El ‘Fuego’ de la Compañía Antonio Gades ilumina el Teatro Real

El ‘Fuego’ de la Compañía Antonio Gades ilumina el Teatro Real

Arranca la temporada de danza en el Real con un ballet presentado en París en 1989 y que no llegó a España hasta 2014 Un momento del montaje de FUEGO. Desde su presentación en 1989, en el Teatro del Châtelet de París, hasta su estreno en España, en julio de 2014, en el Teatro de La Zarzuela de Madrid, transcurrieron veinticinco años. Se cumplía una década, además, de la muerte de Antonio Gades y Fuego, ballet surgido a partir de la película El amor brujo, realizada junto a Carlos Saura, en 1986, dejaba -por fin- de ser inédito aquí.

 

CRISTINA MARINERO Madrid Viernes, 23 octubre 2020

Desde su presentación en 1989, en el Teatro del Châtelet de París, hasta su estreno en España, en julio de 2014, en el Teatro de La Zarzuela de Madrid, transcurrieron veinticinco años. Se cumplía una década, además, de la muerte de Antonio Gades y Fuego, ballet surgido a partir de la película El amor brujo, realizada junto a Carlos Saura, en 1986, dejaba -por fin- de ser inédito aquí. Regresa hasta el sábado al Teatro Real, en solo cuatro funciones, en sustitución del Ballet de la Ópera de Munich y su Giselle, que canceló su viaje ante una España con las cifras altas en contagios del virus que nos asola. Ayer, curiosamente, se anunció que la compañía alemana cancelaba sus funciones de El lago de los cisnes en su teatro de la capital bávara por haber dado positivo varios de sus miembros. Nadie está a salvo, tristemente. Con el estreno de ayer de Fuego celebra la Fundación Antonio Gades quince años de la reactivación de la compañía, liderada en lo artístico por la primera protagonista de este ballet, Stella Arauzo, dirigida por su viuda, Eugenia Eiriz, y presidida por su hija, la actriz María Esteve. Sirve también de homenaje a su diseñador, Gerardo Vera, fallecido hace un mes por la covid-19, y, apuntamos, de recuerdo a Goyo Montero, co-responsable de la puesta en escena de su reestreno de hace seis años, que nos dejó en 2016. Esta reposición constata lo sólido que es Fuego. Por su pensada estructura, por su coreografía de Danza del fuego, magistral, y el dibujo de grupos que bailan y cantan o sobrecogen en su silente desplazamiento. Por su estilizada coreografía de danza española para los protagonistas, unos estupendos Esmeralda Manzanas y Alvaro Madrid, como Candelas y Carmelo, cuando se interpreta la bellísima música de Manuel de Falla y surge la voz de Sara Salado. Miquel Ortega dirige la Orquesta del Teatro Real en perfecto equilibrio con las escenas populares donde reina la guitarra sabia de Antonio Solera, de Basilio García y los fenomenales cantaores. Fuego regresa con la misma sorpresa que el Espectro impulsor de la acción del ballet de 1925 de Manuel de Falla y María Lejárraga (versión estilizada de su gitanería de 1915) en que Gades y Saura se basan de forma libre, y para el que también firman, junto al gran iluminador Dominique You, sus claroscuros. ¿Quizás la cercanía en el tiempo entre los estrenos de Fuego y Carmen -cuya película fue nominada a los Oscar 1984 y popularizó de nuevo la danza española en el mundo, en años de Fama, Flashdance y Baryshnikov- influyó en la cuasi-desaparición del primero? Lo cierto es que en Fuego está todo su bagaje anterior y ya configura Gades escenas que redondearía en su obra maestra y última creación, Fuenteovejuna (1994), concebida directamente para el teatro. Con un paso a dos con Carmen como referente, en Fuego está la cámara lenta de la pelea de navajas en la que muere el marido de Candelas, prólogo del origen del Espectro, un sobrio Juan Pedro Delgado, que se interpone en su amor por Carmelo. También nos remite a Bodas de sangre la secuencia de El Rocío con los hombres ejecutando el famoso paso de caballo «gadesiano». Y el final feliz del casamiento de Candelas y Carmelo, muy Bodas…, donde echamos de menos la maravillosa melodía de cierre del original de Falla, «ya está despuntando el día, cantad campanas cantad…». Porque Gades y Saura prefieren terminar con el cante de hombres y mujeres celebrando la boda, los vecinos y amigos que han eliminado al Espectro, tras el conjuro de la Hechicera, interpretada por Raquel Valencia, en una escena precursora del linchamiento del Comendador de Fuenteovejuna. El pueblo unido acaba con aquél que perturba maliciosamente su vida. La ideología de los autores configura el final de su versión de El amor brujo, dando otro sentido al ballet de Falla y Lejárraga.

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