De pequeño vi tan de cerca la humillación y el desprecio que, con el correr del tiempo, la dignidad es algo que me preocupa hasta la obsesión.
Gades reconoció en Pilar López a la maestra de la que aprendió la ética de la danza, que consiste en hacer el baile tal y como es y no buscando el aplauso fácil. Hacer las cosas sin engañar, sin prostituirlas, hacer un trabajo digno sin pensar en el resultado, O sea, no favorecer lo fácil, lo grandilocuente para que te aplaudan mucho.
Gades solía afirmar que en España se tenía mal acostumbrado al público, y que había algunos que se escudaban en la palabra artista para hacer cualquier cosa. Y se preguntaba por qué no había también un control de calidad de una cosa tan importante como la danza. Él siempre reconoció que lo que bailaba era la cultura de un pueblo, y la ética de la danza consiste en eso, en estudiar esa cultura profundamente y hacer las cosas como son, respetando su esencia, saber que estás representando la cultura de un pueblo. La jota es la jota. ¿Crees que metiéndole un paso de rock la enriqueces? No, todo lo contrario, yo creo que la empobreces. Si un artista es honesto, trabaja en serio y lo hace bien, así cumple con su responsabilidad. La responsabilidad es como la libertad, va con uno mismo.
Gracias al pueblo llano y simple que me proporcionó el caudal inagotable de su sabiduría para enriquecer mi trabajo. Ese pueblo me enseñó que la tierra está para acariciarla; unos, acariciándola sacan trigo, mientras nosotros acariciándola extraemos su música. Pisoteándola y humillándola no produce ni música ni espigas.
El movimientos constructivista le enseñó lo que era una línea pura. Bajo la máxima de que no se puede admitir ninguna negligencia. En este ejercicio halló el gusto por la perfección. Me parece que es necesario siempre hacer las cosas lo mejor que se pueda. Mira si soy lento que en 40 años sólo he hecho cuatro ballets. Me pasa que no busco la fama, ni éxitos, ni nada.
La ética de la danza es, para Gades, también una actitud ante la vida pública. Soy una persona que se ha ganado la vida en silencio. Decía que no iba a ir al cielo, que lo del cielo le daba igual, lo importante es que el trabajo fuera digno y honesto. Yo he estudiado mucho con tal de llevar mi profesión delante de la manera más honesta. Gades no creía en virtuosismos, ni creía que poniéndose delante de un espejo, haciendo cosas bonitas, ya estaba haciendo arte. Yo sólo creo en el trabajo por encima de todo y luego ya están los demás para definirlo, para decir si ese trabajo tiene arte o no.
Gades nunca hizo concesiones. En sus espectáculos se cortaban los aplausos, las obras no las concebía buscando momentos para pedir el aplauso. Su convicción llegaba al punto de afirmar que el éxito más grande para él sería terminar un baile flamenco y que se quedara el público sin aplaudir, se levantara y terminase con el mismo respeto que se ve en el interior de una catedral. Esa música del silencio, como decía Bergamín, la música callada.