Don Juan

1965

Coreografía: Antonio Gades y José Granero

Dirección musical y música: Antón García Abril

Dirección: Alfredo Mañas

Maestro de Baile: José Granero

Orquesta titular del Teatro de la Zarzuela. Director: Eugenio M. Marco

Orquesta medieval. Director: Masso

Bocetos y decoración y Figurines: Sainz de La Peña

Figurines de la danza de la muerte: Joan Ponç

Realización de decorados: Manuel López

Zapatería: Gallardo Y Borja

Iluminación: Sainz de La Peña

Dirección musical y música: Antón García Abril

 

Estrenado en el Teatro de la Zarzuela (Madrid) en 1965

PALABRAS DE ALFREDO MAÑAS Y ANTÓN GARCÍA ABRIL

La cosa es bien sencilla: lo que yo quiero es hacer un teatro elemental y claro, como el pan y el agua, o sea, como el romancero anónimo.

Detrás de cada romance anónimo, de cada poesía popular, hay un cronista o un poeta culto. Detrás de mis obras, detrás de este Don Juan, hay toda una tradición española de autores cultos, y aún más, toda la variante de la poesía popular sobre el tema y toda la poesía moderna de mis autores preferidos y maestros. Cobijando esta obra están Machado, Vallejo, Neruda, Lorca, Alberti, Miguel Hernández, todos, los de ahora; los de después: los de siempre. Y están Tirso, Zorrilla, Omar Kayan, Fernando de Rojas, Valle Inclán, Lope de Vega, Puskhin, Ortega y Gasset, Unamuno, Azorín, Baroja, Ganivet, Américo Castro… Los de siempre, los de siempre… Luis Buñuel decía en el último número de la revista «Griffith»: «Los jóvenes de ahora son víctimas inocentes de la ruptura con la tradición. Como se ve, yo no quiero ser víctima inocente de ninguna ruptura.

A lo que iba: siguiendo el paralelismo de creación entre la poesía culta y popular, lo que yo he hecho es lo mismo: o sea, tomar el mito y el desenvolvimiento en las obras cultas y trasladarlo a un ambiente popular. Que por otra parte hay empezó a ser conocido Don Juan, o Don Galán, como se le llama en el primer romance anónimo, de cuyo barro parece que nació este personaje, que, al decir de todos, es el más deslumbrante, atractivo y apasionante de la literatura española, y aún puede que de la universal. He aquí el principio de este mito

Pa misa diba un galán
Caminito de la iglesia.
ni diba por oir misa
ni por devoción de ella,
que diba por ver las damas
las que están guapas y frescas

Este es el DON JUAN que yo conozco, que yo quiero, que me emociona. Ese muchacho del pueblo, insultante, sacrílego, anárquico, rebelde que va a misa a conquistar con escándalo, que se mofa de todo lo divino y lo humano, pero que lleva agazapado en el fondo de no sé dónde el fantasma de lo religioso y de lo moral. Porque como dijo Ortega y Gasset, la condición moral de DON JUAN viene de que todas sus aventuras van seguidas por el riesgo, seguidas por la muerte, que va a sus espaldas, y apoya en su hombro su pálida amistad.

Se podría uno pasar la vida hablando de Don Juan, intentando aclarar lo que es Don Juan, sin conseguirlo, desde luego, porque mentes más claras y potentes que la mía lo han intentado y solo lo han conseguido a medias… así que yo, pobre de mí… pero solo diré dos cosas…siempre he oído decir que Don Juan es el mito de la decadencia de una clase, de su desaparición… Yo, sin embargo, vengo de una clase social que todavía no ha hecho su aparición, y, sin embargo, lo que me gusta de Don Juan es su rostro del pueblo que aparece… Ojo: aparece, con todos sus vicios, sus peligros y sus virtudes… la frase que podría resumir mi intento de Don Juan es esta de don Antonio Machado – salve, maestro-: Don Juan es, como el pueblo español, una X preñada de misterioso porvenir.

Así, pues, esta es la historia, tan española, por otra parte, de un muchacho del pueblo que, por cualquier circunstancia, se adelanta solo desde el pueblo anónimo. Es alguien, se enfrenta con una clase o familia dominante, se le ofrece entrar en la inmoralidad y el orden de esta familia, y él prefiere la destrucción y el desorden. Nada más.

Y ahora esto va para ti, Antonio Gades: ¿Te acuerdas, Antonio? hace tres años andábamos por ahí, tomándonos unos vasos de vino al fiado, porque, como tú dices, andábamos con pulmonía doble en los bolsillos los dos, y tú me dijiste: «el primer dinero que gane me lo gastaré en montar una obra juntos» y yo te dije: «será Don Juan» «Eso ya está hecho» me dijiste. Y hecho está, Antonio. Pero que congoja tengo. Llevas desde los trece años arrastrándote, luchando, dándote de cabezadas por los escenarios para ser alguien. Ahora, ya lo eres… y podías vivir tranquilo. Pero te lo juegas todo: tu dinero, tu salud, tu prestigio, a esta carta del Don Juan que has puesto en mis manos… Tengo una congoja… Si esto no sale bien, si te hago fracasar, no me lo perdonaré nunca…

Una última nota: de una cosa estoy en estos momentos absolutamente seguro en nuestro Don Juan (porque es nuestro, de Antón García Abril y mío), de una cosa estoy seguro, de la música de la obra. De la otra mitad de la obra no estoy seguro, pero de la partitura, de la partitura sí… Absolutamente seguro… todo el clima popular, el sentimiento, ese toque, ese toque tan difícil que yo quería para el DON JUAN, no sé si estará en el texto; pero sí, seguro, en la orquesta, en la partitura de Antón García Abril…

Y otra cosa en mi orgullo: los actores. Nunca encontraré más entusiasmo para mi obra que esta compañía. Cándida Losada, que ha estado dispuesta a todo: a no dormir, a bailar, a moverse y a recibir lecciones de coreografía con una afición emocionante. Y todos, todos los demás: Paloma Lorena, Carlos Villafranca, Pilarín Sanclemente, Lizarraga, Albert, Pascual, Amézaga. Y un coro de niñas, que son mi debilidad por su afición. Y un coro de muchachos. Y un ballet, que además hacen de actores. Y las cantantes, que hacen de actrices. Y luego, un conjunto medieval, creo que único en el mundo. Y la orquesta. Y todos los que me ayudan a sacar esto adelante, sin regatear esfuerzo. Viola, Corberó, Ponç, Sainz de la Peña… Todos estos pintores y escultores, que tienen más que reconocida su obra en el mundo grande de la pintura y que aquí hacen hasta de pintores de brocha. Y Gonzalo Sebastián de Erice, mi ayudante… Y Granero, el coreógrafo, con Gades, que se está dejando la salud repartida a través de toda la inmensa coreografía que es esta obra. Y nada más.

¡Ah!, mi dirección de escena es muy sencilla. Todo un pueblo de contempladores se asoma a la obra haciendo de la vida un simple espectáculo. Para el pueblo que aparece aquí todo es espectáculo: una misa, una escena de amor íntima, una paliza, un desfile, la muerte de una novia… En cuanto a los actores, también es muy sencillo: he querido que sean, no que sobreactúen…Veremos a ver si lo he logrado…

Y la última sorpresa: Gades, Gades como actor, como burlador, como bailarín clásico, como bailaor popular… véanlo, véanlo, y díganme…

Siempre el planteamiento de una obra, ya sea musical o teatral, trae consigo una serie de problemas que de su resolución depende el equilibrio y la perfección de la misma. Pero estos problemas tienen una única dirección: en nuestro caso, al escribir Don Juan, se nos planteó el de dar vuelo a nuestras ideas unificando el leguaje para convertirlo en un auténtico teatro musical. Entendiéndose por teatro musical aquel en donde texto y música no actúan por separado, sin que la palabra mueve la música y la música, el texto. En este sentido, la unión con Alfredo Mañas ha sido completa. Nuestro trabajo en común no ha resultado demasiado difícil, ya que en el pensamiento teatral de Alfredo Mañas está siempre latente un acusado sentido musical. Hemos trabajado juntos siempre y hemos dado forma a la obra según las exigencias que la línea dramática exigía, renunciando ambos a cualquier situación en la que texto o música se desligasen de nuestro propósito inicial.

Nuestra idea permanente ha sido siempre hacer un teatro popular verdadero enraizado con nuestra mejor tradición. En Don Juan se fusionan actores, bailarines, coros, etc. proporcionando todos ellos una gran riqueza de expresión. Hemos adoptado una libertad total del lenguaje; los elementos sonoros que aparecen van desde la zanfona, vihuela, flautas del renacimiento, etc., hasta la fusión de distintos xilófonos, dentro de una organización tímbrica convertida en situación teatral.

Bien es cierto, que al escribir la obra hemos contado, con un elemento estético de gran valor, el bailarín actor, esta cualidad que reúne Antonio Gades, nos ha brindado muchas posibilidades, y no ha abierto caminos para realizar nuevas formas de expresión.

Alfredo Mañas, director de escena

Antón García Abril, Compositor