Lo importante no es el paso, sino lo que hay entre paso y paso.
Gades solía afirma que había llegado a coreógrafo porque no tenía dinero para que le montaran las cosas otras personas.Y que entonces no tenía más remedio que montarse él mismo sus propias coreografías. En este medio fue aprendiendo de sus maestros y experiencias hasta que fue definiendo su lenguaje personal, construido sobre convicciones bien sólidas.
Uno de sus principios como coreógrafo era estar en contra de la concepción estelar en la danza.La estrella lo es por su trabajo, y nada más. ¿Qué es la estrella sin los demás? Afirmaba que la tradición estaba equivocada al mantener el foco blanco para la estrella y oscuridad para el conjunto.
Para Gades lo principal en un espectáculo era la coreografía y no el bailarín, porque si no se convierte en un divo, como lo importante es el texto en una representación teatral. No le interesa la espectacularidad, alejándose de ella. Otra característica de su obra es el papel que hace desempeñar al pueblo. Lo más importante de las obras que he hecho es el colectivo, el pueblo que siempre está ahí, de protagonista o de observador.
En cuanto al significado de la danza lo resumía diciendo que la danza no es el paso, sino lo que hay entre paso y paso. Hacer un movimiento tras otro no es más que eso, movimientos, pero el cómo y por qué se ligan, qué se quiere decir con ellos, eso es par nosotros lo mismo que la palabra para el dramaturgo o para el actor. Yo creo en la danza desnuda, en la danza pura.
Para Antonio con la danza española y con el flamenco se habían cometido tantos excesos que se había propuesto que en sus coreografías nada fuera gratuito ni superfluo. Se preguntaba por qué un coreógrafo iba a hacer un ballet de otro tipo, al estilo moderno, neoclásico, a la manera de los norteamericanos, los alemanes o los franceses. Eso mejor dejadlo para quienes no tienen la riqueza que tenemos nosotros que nos viene del pueblo, de la literatura, del folclores. Hay que recuperar todo eso y beber de ello.
Y así decidió que en sus obras mezclaría los estilos y escuelas de baile español, porque hasta danza académica hay en nuestro patrimonio. Su objetivo como creador fue crear un ballet español que lo pueda bailar cualquier bailarín, ya que estaba seguro, que la danza española también podía tener una expresión universal. Como ocurre con el ballet clásico o la llamada danza contemporánea.
Decía que si había aportado algo, fue no poniéndole jamás un corsé al intérprete, sino aprovechando lo que ellos hacen espontáneamente en una fiesta, por ejemplo, para insertarlo en el momento oportuno en una obra y en donde se justifique su estado de ánimo para llegar a hacer tal cosa. Esa perspectiva le enseño que para un coreógrafo el oficio es imprescindible pero el talento mucho más.
A Gades siempre le gustaba hacer las cosas bien. Por eso soy lento. Era consciente de la inmensa riqueza des la danzas que se hacían en España. Yo creo que el día que un coreógrafo estudie profundamente nuestra cultura será el mejor coreógrafo del momento. Para Antonio el baile español no es solo técnica, sino que se trata de un baile muy vital y espontáneo. La elegancia del flamenco, esa sequedad del hombre de pueblo, esa sobriedad casi ascética que lo caracteriza, eso es lo que pretendió reflejar a través de la danza. Trató de llevar al baile la belleza plástica, la poesía, la música, el ritmo.
Cuando se me ocurre una idea la meto bajo el microscopio hasta despejar toda duda sobre su validez. Yo no trabajo con la música, primero trabajo con el ritmo dramático y en las imágenes que veo y siento en mi cabeza y en mi corazón. Según esté busco después la música, después viene la expresión del baile, la coreografía. El paso de baile en sí no significa nada; es un lenguaje para expresar un sentimiento, el estado anímico de una persona.
Gades lloraba de miedo cada vez que empezaba un proyecto nuevo. Su vena perfeccionista hacía que cuando se metía en algo, quedara atrapado, lo daba todo y lo pasaba fatal. Porque hacer un ballet, para Antonio, no significaba llenar una música de pasos y hacer que quedara bonito, sino ponerle su sentido, su porqué. Escogía lo que le interesara y comenzaba a montar la coreografía en su mente; luego, con los bailarines, buscaba el ambiente, el tiempo lógico de duración y entonces le ponía la música adecuada.
Siempre fue minucioso en el montaje de las luces, en el montaje de la coreografía, y en todo cuanto atañe a la obra. No dejó nada a la improvisación. Si se le ocurría un diseño de luz decía que era porque esa luz seguro, la había visto alguna vez en el Prado. Y si tenía una idea, esa idea, sin duda, está inspirada en una ideología.
Yo no puedo hacer dos cosas seguidas. Cada vez que hago algo me quedo completamente hueco, y necesito que se me llene otra vez el coco. Yo no soy capaz de hacer tres obras cada año, me cuesta mucho poder crear una nueva obra. Necesito, cada cierto tiempo, recargarme, tener nuevas experiencias, oír otras músicas.
Una vez creado el ballet, estrenado, llevado de gira y rodado, Gades no cambiaba ni una coma, ni en la coreografía, ni en las luces ni en el vestuario.
Antonio sentía que había aportado a la danza española una nueva forma de expresión teatral que abría las posibilidades de evolución hacia un arte universal. Hemos llegado a dar una concepción teatral de este arte. La evolución se ha cumplido.